Sobre The End of the F***ing World en pocas palabras:

The End of the F***ing World es una serie de televisión británica basada en el cómic del mismo nombre. La historia sigue a James, un adolescente de 17 años que se considera un psicópata y decide matar a alguien para experimentar cómo se siente. Conoce a Alyssa, una compañera de clase rebelde y juntos emprenden un viaje por carretera que los lleva a situaciones peligrosas y emocionantes. A medida que se conocen mejor, descubren que no son tan diferentes y que tal vez puedan encontrar la felicidad juntos. La serie es oscura, divertida y conmovedora, y ha sido aclamada por la crítica por su actuación y guión.

Conoce a los personajes de El fin del p*** mundo

James

James es ese tipo raro y callado que te mira como si hubiera visto algo que nadie más entiende, y sí, también quiere matar gente — o al menos eso dice su cabeza — pero no es un cliché plano, tiene capas y momentos torpes que te hacen sentir raro por querer protegerlo. Es antisocial pero a veces curioso, frío y explosivo en la misma frase; puede estar leyendo poesía un minuto y romper algo al siguiente. Tiene ojos intensos y un sarcasmo seco, aunque también guarda pequeñas referencias sentimentales (sí, tiene una canción favorita y no la admitirá). A veces parece imposible saber si es héroe, villano o simplemente un adolescente perdido, y eso es lo que lo hace fascinante.

Alyssa

Alyssa es fuego puro: habladora, mordaz y con una lógica brutal que corta como cuchillo, pero también es emocionalmente complicada y sorprendentemente leal cuando le importa alguien — lo cual no es siempre, ojo. Tiene una sonrisa que miente y una vulnerabilidad que aparece en gestos mínimos, como si llevara dos personajes dentro y cambiara de guion sin avisar. Es divertida, sarcástica, improvisadora clásica (y también canta en el coche, aunque desafina), y encima sabe ponerse firme cuando hace falta. A veces es cruel sin querer, otras se pasa de dulce, y ambas cosas terminan siendo honestas.

Bonnie

Bonnie parece la chica amable del barrio que te ofrece galletas y luego te da el mejor consejo de tu vida, pero no se confundan: tiene una fortaleza tranquila que es casi implacable en ciertos momentos. Es maternal sin querer, con una paciencia enorme y un corazón grande, y también tiene hábitos algo raros — colecciona imanes o escribe listas, no sé, algo así. Es práctica y protectora, la que mantiene la cordura en medio del caos, aunque a veces se deje llevar por la esperanza absurda. Tiene un humor suave y unas ganas secretas de aventura que sorprenden cuando salen.

Phil

Phil es ese personaje que primero parece el “tío aburrido” del pueblo, con normas y silencio, pero luego te muestra capas más raras: nervioso, un poco melancólico y con manías curiosas (las cucharas alineadas, o revisar dos veces la puerta, o algo así). Es rígido pero tiene momentos de humanidad pura, palabras torpes que salen sinceras, y una lealtad inesperada que se siente casi triste. A veces es cómico sin querer, otras insoportable, y a veces es el que más sabe — aunque no lo admita nunca. Tiene un pasado que pesa y se le nota en la mirada, aunque también le encanta un té demasiado dulce (o eso recuerdo).

Gwen

Gwen es una de esas mujeres que negocia su mundo con una mezcla de dureza y pragmatismo: madre, jefa, superviviente, y a veces manipuladora pero con razón (según su lógica). Es táctil con las responsabilidades, siempre calculando movimientos, y a la vez hay momentos de ternura que se cuelan como fallas en una armadura: mira fotos viejas, guarda tickets, tiene secretos diminutos. Es atractiva por su capacidad de mando y por esas cosas pequeñas que hace en privado — escribir en un diario, fumar sin permiso, escuchar canciones noventeras a escondidas. Puede ser fría y cálida en la misma escena, te desconcierta y te convence al mismo tiempo.

Clive Koch

Clive Koch es un tipo excéntrico, un personaje de película con sus propias reglas; a ratos parece detective de novela y a ratos simple espectador, con una mezcla de arrogancia y ternura que no sabes cómo catalogar. Tiene frases grandilocuentes, gestos teatrales y una confianza casi molestamente alta, pero también se le ven momentos de duda (como cuando mira por la ventana y se queda pensando demasiado tiempo). Le encantan los detalles raros — relojes antiguos, mapas mal doblados, café frío en una taza que nunca limpia — y habla como si supiera más de lo que en realidad sabe, lo que en el fondo es parte del encanto. A veces exagera historias, otras las minimiza, y probablemente tenga un pasado más grande de lo que cuenta.