Sobre The Outpost en pocas palabras:

The Outpost es una serie de televisión que sigue a Talon, la última superviviente de la raza Blackbloods. Después de su hogar y familia son destruidos por una banda de mercenarios, Talon viaja al borde del mundo civilizado para encontrar a los asesinos de su familia. En su camino, descubre que ella posee un misterioso poder sobrenatural que la convierte en una amenaza para los gobernantes de la región. Con la ayuda de nuevos amigos y aliados, Talon lucha para vengar a su familia y proteger a su pueblo de los peligros que acechan en la frontera.

Conoce los lugares de The Outpost

Talon

Talon es pura intensidad, la protagonista que siempre parece estar a un pelo de hacer algo heroico o estúpido —y a veces las dos cosas a la vez. Es feroz, desconfiada por necesidad y con un pasado que la empuja como motor (sí, cliché, pero funciona). Tiene habilidades que asustan a la gente y un sentido del humor raro que sale a destiempo, como si no supiera cuándo parar de ser sarcástica. A veces es sorprendentemente blanda con animales y, por alguna razón, colecciona pequeñas piedras lisas que nunca usa para nada. En serio, la quieres y le tienes miedo al mismo tiempo; es un combo imparable.

Captain Garret Spears

El Capitán Garret Spears es el tipo con la placa y las cicatrices que siempre ha visto cosas peores y aun así se preocupa por el orden —pero ojo, no es un santo, tiene sus propios métodos. Líder nato, disciplinado, y con esa voz que manda incluso cuando no quiere, aunque en privado toma té con demasiada seriedad (¿té a las tres, siempre?). Muy protector con su gente y con un sentido del deber bastante rígido, aunque de vez en cuando se le escapa un acto imprudente que nadie esperaba. Se nota que guarda secretos, pero también que los secretos lo humanizan más de lo que admitiría. Es el tipo que te haría sentir seguro… hasta que no.

Lady Gwynn Calkussar

Lady Gwynn es elegante, manipuladora y tiene esa frialdad aristocrática que encanta y repele a la vez; es noble pero no necesariamente buena (o sí, depende del día). Siempre calcula movimientos como si jugara ajedrez, y tiene un sentido del teatro: gestos, ropas, miradas interminables… dramática, vaya. Le importan las apariencias y las alianzas, pero de pronto hace algo sorprendentemente compasivo que te deja confundido; no siempre es coherente y por eso mola tanto. Tiene un gato que nadie vio traer pero que siempre aparece en sus reuniones, o al menos eso dicen. A veces parece más una obra que una persona, pero es una obra fascinante.

Janzo

Janzo es ese viejo sabio de bar que te da consejos con media sonrisa y medio insulto; hay algo de mentor socarrón en él y también mucha historia rota. De aspecto áspero, habla poco pero cuando lo hace, te deja pensando (o riendo, dependiendo del chiste). Se mueve entre la lealtad y la conveniencia como si fueran dos zapatos viejos: los usa según el clima. Le gustan las historias de antes y es probable que exagere la mitad de lo que cuenta, deliberadamente o no. Tiene un ojo para la supervivencia pero también para la ironía de la vida —y come extra sal a veces.

Tobin

Tobin es el pícaro encantador, siempre con una sonrisa torcida y un plan medio brillante que, sorpresa, a veces funciona. Le brillan los ojos con las oportunidades y las monedas, pero tiene un corazón más grande de lo que admitiría (si le preguntas, dirá que es por estrategia). Muy buena mano para el robo, la palabra y la escapada, aunque le dan miedo los compromisos a largo plazo y las arañas (sí, detalle importante). Habla demasiado cuando está nervioso y eso lo hace adorable o irritante, depende del ánimo del día. Y, sí, a veces canta en la ducha con gran despliegue dramático.

Gertrusha

Gertrusha es la fuerza bruta con una sonrisa torcida y un gusto inexplicable por la poesía —lo juro, un choque de intereses que no sabes si aplaudir o aplaudir con miedo. Es feroz en combate, leal hasta el extremo y con una resistencia que hace que los entrenadores la odien y la admiren a partes iguales. Tiene manías: colecciona cosas pequeñas de las batallas, como botones o hebillas, y a veces las organiza por color a medianoche. Es directa, no se anda con rodeos, pero de vez en cuando se pega una noche contemplando las estrellas como si fuera la primera vez que las ve. No es la más sutil, pero tampoco pretende serlo; funciona.

Zed

Zed es ese tipo enigmático que a primera vista parece frío y calculador, pero que tiene capas y más capas —y alguna que otra contradicción rara. Manipulador, inteligente, con recursos que nadie sospecha y una tendencia a desaparecer en el peor momento… o el mejor, según quién cuente la historia. A veces actúa como villano clásico y otras como aliado indispensable; no sabes si confiar, pero tampoco puedes ignorarlo. Tiene una risa que aparece cuando menos la esperas y una colección de mapas con anotaciones que nadie debería leer. Fascinante, peligroso y bastante teatral, en el mejor sentido.

Wren

Wren es ligera, rápida y parece que siempre tiene algo por arreglar: desde cerraduras hasta relaciones rotas, en ese orden. Es ingeniosa, curiosa y con una habilidad para meterse en problemas que el resto envidia/teme; no sabe quedarse quieta. Su sentido de la lealtad es desconcertante porque uno piensa que huiría a la primera y luego resulta que se queda hasta el final. Habla en ráfagas, mezcla chistes malos con observaciones agudas y, sí, a veces silba mientras planea cosas raras. Tiene un secreto tierno (¿le gustan los dibujos infantiles?) que nadie cree, pero está ahí.

Munt

Munt es ese gigante gentil que parece salido de una taberna: ruidoso, franco, con un aplomo tan grande como su apetito —pero ojo, no es un tonto. Leal hasta lo absurdo, tiene un código personal raro y a veces contradictorio (por ejemplo, odia las mentiras pero es campeón en exagerarlas). Es el músculo del grupo pero también el que menos parece saber de política… hasta que suelta una observación sorprendentemente sabia. Ama cocinar para la tropa y puede hacer un estofado que cura malas noches, o eso dice él. En resumen: te golpea si hace falta, te abraza después y se come el último pan sin pedir permiso.